18 de enero de 2012

18 | Me caí en una lancha

Leo con asombro, que quizás solo sea expresión de lo cumulado estos días ante la noticia, que el capitán del Costa Concordia, barco inmenso de cruceros encallado y hundido en las costas italianas la semana pasada, ha declarado ante el juez: "No es verdad que abandonara la nave. Es que me caí accidentalmente sobre el techo de una de las barcas de salvamento. Luego no pude volver a subir al barco porque la barca quedó colgada, suspendida. Después estuve sobre una roca de la isla Giglio coordinando las operaciones de desembarco".

Esto ha provocado una ola indignada-cómica en las redes sociales, que bajo el hashtag #mecaíenunalancha no dejan de producir imaginativos chistes. Incluso el programa Asuntos Propios de Radio Nacional ha decidido preguntar a sus oyentes qué otras excusas al estilo del capitán han utilizado en su vida.

Sobre este crucero hay mucho que decir aún, aunque habrá que esperar a que los familiares entierren a sus muertos. Este crucero superaba en longitud y tamaño al archiconocido HMS Titanic. Y con semejante bicho, el Capitán Excusas tuvo la brillante idea de acercarse a la isla para hacer sonar las sirena y que uno de sus cocineros pudiera saludar así a sus familiares isleños. La roca que por esos fondos habitaba rajó el casco del barco, y así estamos.

Leo en el blog Aguas Internacionales, de Ramón Lobo, una noticia aún más preocupante: más de 13 millones de personas están sufriendo la peor hambruna del siglo en los países del cuerno de África. Las portadas de los periódicos siguen hablando de la crisis del euro y de los bonos basura y de Standard & Push, y este año pasado han muerto allí entre 50.000 y 100.000 personas, la mitad de ellas niños.

Dos ONG británicas, Oxfam y Save the Children, lo denuncian en el informe Un retraso peligroso, publicado hoy. Se trata de una crisis detectada a tiempo, en la que saltaron las alarmas que casi nadie escuchó después. Dice el informe: "Trágicamente, la crisis de 2011 no es un caso asilado. La respuesta a la sequía, que ha sido escasa y tardía, representa un fallo estructural del sistema internacional de ayuda".
Escribe Jan England, coordinador de ayuda humanitaria de Naciones Unidas entre 2003 y 2006: "Vidas y medios de subsistencia han sido devastados empujando a las personas a una pobreza que les provocará sufrimiento durante años. La crisis continua en 2012. La peor tragedia es que el mundo la vio llegar y no la evitó".
Le Monde informa de que otros siete millones de personas, entre ellas 1,7 millones de niños, están en riesgo de morir de hambre en el Sahel, según un informe de la Unión Europea presentado por Kristalina Georgieva, la comisaria de Ayuda Humanitaria de la UE.

Pues lo dicho. Resulta que los países del primer mundo tenemos la cabeza más que girada para no tener que mirar a África. Y cuando alguien nos pregunte, a nosotros o a nuestros capitanes, que por qué hemos permitido morir a tanta gente, responderemos todos a una: “es que nos caímos en una lancha”. Y el barco se hundió…

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