24 de enero de 2012

20 | La pregonera, el obispo y otras coplas


El folclore (ya frunciaremos esta palabra otro día) es una cuestión a menudo complicada y no exenta de polémica. Al folclore, a la cultura y tradiciones de un pueblo, pertenecen una miríada de actividades distintas: se pueden tirar quesos por una colina, subirse en la grupa de búfalos americanos y correr con ellos, se puede jugar a desangrar a un toro y luego matarlo, quemar estatuas de papel, partir troncos a hachazos, pensar que un Madrid-Barça es un acontecimiento trascendental, montar castillos altísimos de personas sobre personas, tirar cabras desde campanarios… o pasear estatuas de madera llevadas por hombres cubiertos con capucha por las calles de una ciudad.

El folclore tiene orígenes variados, en los ciclos del tiempo, en las cosechas, en una tragedia o en una alegría, en una religión. Pero aquí radica la diferencia. No todo vale, o no todo es lo mismo.

Mi querida ciudad de origen, Valladolid, tiene como fiesta y folclore principal la Semana Santa. Desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección, las cofradías convierten las calles en un muestrario de colores, olores, músicas y maderas policromadas que a los vallisoletanos, salvo excepciones, nos encanta. Pero no nos olvidemos de una cosa, le pese a quien le pese: la Semana Santa rememora la Pasión, Muerte y Resurrección de aquel a quien los cristianos tenemos por maestro, hermano, Señor de nuestras vidas e Hijo de Dios vivo.
Por lo tanto ese folclore queda, o debería quedar, diluido por algo que es mucho más importante para los creyentes que toda la parafernalia.

En Valladolid, las cofradías han pensado muchas veces (demasiadas) que la Semana Santa era suya, que podían hacer con ella lo que les viniera en gana. Muchos son los cofrades muy fieles a su cofradía y poco o nada a la misa dominical. Y muy pocos los que alguna vez han pisado una Vigilia Pascual.
En Valladolid, la ciudad, sus habitantes y su alcalde han pensado muchas veces que también era suya, y han variado recorridos según les venía en gana o según mejor le venía al experto de turno.
Y ahora resulta que ha hablado alguien que, en mi opinión, si tiene algo que decir. El Arzobispo. Para los católicos de Valladolid, es nuestro pastor. Él, y no el alcalde, la concejala, la vicepresidenta, Concha Velasco o Martín Garzo. Y ha dicho que no le han consultado el nombre del pregonero de la Semana Santa, es decir, aquel que va a entrar en la Catedral, va a subirse al presbiterio y va a proclamar al mundo las bondades de nuestra Semana Santa. En este caso, el Alcalde, subido a la parra de la victoria electoral, y algún lameculos sin parangón, han pensado que Soraya Sáenz de Santamaría reunía las condiciones. Ella, que no es practicante, y que está casada por lo civil (es decir, fuera de la Iglesia según sus normas).
Como el interés hace extraños compañeros de cama, Carme Chacón, subida al carro del feminismo progresista, ha salido a defender a la señora Vicepresidenta atacando al Arzobispo por reaccionario. El PSOE de Valladolid había protestado por la elección (en otro sentido), pero claro, no olvidemos que Oscar Puente y sus sombras son de Rubalcaba, así que Chacón aprovecha para poner banderillas.

Opino. Que estoy de acuerdo con el PSOE de Valladolid en su primera queja: no es de recibo que un acto de todos quede en manos de un político, porque los de los otros se pueden sentir a disgusto. Y como católico, opino que los que dentro de la Iglesia no somos miembros de ningún partido no debemos ser representados por alguien así.
Pero además, es que don Ricardo tiene razón. Es que los cristianos creemos que el Matrimonio es un Sacramento, es decir, que Dios se hace presente en él, y que aunque debe tener y tiene consecuencias civiles, para los católicos no debe ser un mero contrato.
No juzgo a la señora Sáenz por su situación personal, sería absurdo. Que cada uno viva como le de la gana, pero no puede ser portavoz de los católicos en ese pregón, en la Catedral y ante el Arzobispo.

Con todo el lío, se nos olvida que, una vez más, el papanatas causante vuelve a ser nuestro querido León de la Riva, asesorado por vaya-usted-a-saber-quién.
En Intereconomía estarán dando palmas con las orejas.

En respuesta a "La disputa por la pregonera", de Raúl Alonso, en EL SEÑOR DE LOS ESPEJOS

1 comentario:

  1. Pues suscribo casi todo lo que dices. Pero quiero matizar dos cosas con las que discrepo.

    Lo queramos o no lo queramos, la Semana Santa, es así, desde que tú y yo éramos pequeños, gracias a las cofradías, gracias a los cortes de calles, gracias a los bares y gracias a los turistas, entre otras muchas cosas, por lo que es imposible separarla del "folklore". Es más, sin el "folklore" no sería tal, no sería posible.

    Por muy cristiano que sea el origen y fundamento de la Semana Santa, no puede ser "secuestrada" por los cristianos. Es decir, no se pueden tomar decisiones con el único sentido de una vivencia pascual -cristiana- de la Semana Santa (aunque nos gustaría que fuera mas bien así), porque saldrían perjudicados otros sectores. Y no hablo del pregón, hablo de la Semana Santa en general, como un pack.

    Ahora bien, de acuerdo con lo que dices, la Semana de Pasión y Resurrección para los creyentes es mucho más que un folklore, pero creo que ahí ya depende de cada uno darle el sentido cristiano y profundo de la vivencia de la Semana Santa.

    Como ciudadano, me parece bien que el alcalde, como representante de la ciudad (que al fin y al cabo es quien más gana y pierde con la Semana Santa), tome este tipo de decisiones. Sin embargo, me parece una falta total de sensibilidad, consideración y sentido político tomar esta decisión sin consultar con el Arzobispado. Y más sabiendo que se realiza en la Catedral y tomando prestada la sede del Arzobispo. Muy mal hecho, Sr. Alcalde.

    Desconocía lo que decía el PSOE de Valladolid. Pero no me sorprende nada lo que dices, más que nada porque suelen opinar por norma lo contrario de lo que diga/haga el Sr. Alcalde. Esta vez era a favor del Arzobispo, pero la mayoría son en contra de todo lo que huela a incienso. Lo cual no me supone una opinión firme en que apoyarme.

    Y lo segundo, todo este lío, que se habría solucionado si un periodista hubiera sido buen profesional quedándose para sí el "off the record", y con una llamada entre la Alcaldía y el Arzobispado; no hubiera sido tal si la prensa no mezclara churras con merinas, ni le tuviera ganas a la jerarquía. Y para mí éste es el verdadero problema, y no algo de régimen interno, más o menos grave, del Patronato de Semana Santa de Valladolid.

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