22 de enero de 2012

19 | ¿Pescadores de qué?

“¿Pescadores de qué?” es la posible respuesta que cualquiera de nosotros hubiéramos dado si nos encontráramos en la situación de los hijos de Zebedeo… “¿Qué me vas a hacer pescador de hombres?”
Dos hombres sencillos, probablemente analfabetos, que habían aprendido el oficio de su padre y se dedicaban a él a orillas del Genesaret no debieron entender muy bien a qué se refería el tan afamado Maestro del que habían oído hablar.

La escena viene precedida en la lectura de este domingo por el anuncio de Jesús, el anuncio de un tiempo nuevo y la petición o exigencia de la conversión para preparar esa llegada. Estamos al principio de la predicación…

Esta lectura tiene varios mimbres.
La conversión. Es decir, cambiar, moverse, ir de un sitio para llegar a otro. Cambiar para mejorar. La petición de Jesús es bastante clara, y lo hace tras el anuncio del encarcelamiento del Bautista. Es un “ya está bien”, hasta ahora las cosas han sido de una manera pero ahora deben ser de otra, y para eso no hay que limitarse a escuchar embobados a orillas del Jordán. Hay que levantarse y andar, y cambiar, y empezar a mirar el mundo con los ojos del hermano para poder avanzar.

Y de la conversión, la vocación. La llamada. Desde la invitación a colaborar en el Reino, debes elegir el cómo. Pero implica conversión: “deja tus redes y sígueme”. Pero, atentos, Jesús no quiere que dejemos de ser lo que somos, solo que lo convirtamos, que lo hagamos nuevo.
“A ti, Santiago, Juan, Simón, Andrés: sois pescadores. Y quiero que sigáis siéndolo, pero conmigo lo seréis de hombres. Ayudadme a salvar a los hombres de los lagos en los que se ahogan. Mi barca es grande”.
Y no hace una llamada con trompetas desde lo alto de una colina. Llama por el nombre, de uno en uno. A ti te quiero como eres, convierte cómo lo eres, y ven. Y así con los cuatro pescadores, pero también con el cobrador de impuestos, con el joven rico, con Nicodemo, con Magdalena… Escogió a personas, las llamó por su nombre, aceptó y acogió lo que eran y les dio mirada para ver el mundo, y cambiarlo, con ojos nuevos.

Sí, pescadores de hombres. Ese es el truco de la conversión. No dejar de ser pescadores pero serlo de una manera nueva. Jesús nos llama como somos, con lo que somos (defectos y virtudes), y pide que eso que somos lo transformemos.

“De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas”, pero no dejarán de ser hierro. Se convertirán en algo nuevo.



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